Celebraré al SEÑOR con todo mi corazón, Contare todas sus maravillas. Salmo 9: 1
Mi esposa Kati se sintió enferma, fiebre de 40
a 41, perdió fuerza, dijo que sentía que iba a morir. Oré por ella, y
nada. Hermanos de la Iglesia vinieron a orar, y nada, al contrario empeoraba.
Después de tres días, decidimos ir a la clínica, en el análisis de sangre resultó
que tenía muy pocos glóbulos rojos, anemia y otras cosas que no recuerdo, que la expusieron a cualquier infección, pero
no se conocía la causa. Tuvo que ser hospitalizada y someterse a un examen
peligroso, extraer un líquido de la columna vertebral y examinarlo. Me
advirtieron que había riesgos (hace treinta años y en Venezuela). Ella se quedó
en la clínica y la operación habría sido al día siguiente, saqué a los niños de
la escuela y los traje a casa. Me sentí confundido y muy preocupado, la casa
era extraña sin mi esposa, y vi a los niños pequeños también preocupados. Sabía
que tenía que orar, pero cómo.
El caso de Jacob en Peniel vino a la mente
(Génesis 32: 22-30). Una amenaza inminente venía sobre él y su familia, colocó
a su esposa e hijos haciéndolos pasar el rio, y permaneció solo toda la noche
luchando con Dios. Sentí que estaba en la misma condición, haría lo mismo, me quedaría
toda la noche orando. Oré, luchando contra la incredulidad y el sueño. No
recuerdo la hora exacta, pero escuché que Dios me dijo que fuera a la cocina, a
buscar la Biblia. Lo tomé, y abierta me encontré con un verso que decía:
Dios está en
medio de ella ello: no será conmovida. Dios le ayudará al clarear la mañana. Salmo 46: 5
No fue la primera vez que Dios me hablaba de
esta manera como respuesta a mi oración, creí, que al aclarar el día Kati sería
sanada. Esperé a que saliera el sol, era hora de salir. Antes de llevar los
niños a la escuela, les expliqué que había sucedido, que Dios había sanado a su
madre, solo nos dedicamos a dar gracias a Dios, tomados los tres de
las manos. Voy a la clínica contento de decírselo a mi esposa, pero no tuve
tiempo porque ella inmediatamente me dijo: Corrado, no sabes lo que me pasó. Me
desperté, y estaba toda sudada, podías apretar mi camisa de noche. La enfermera
vino a medir la fiebre, lo hizo toda la noche, cada hora, cuando vio el resultado,
no lo creyó, menos de 37. Ella repitió y dio el mismo resultado, dijo que no
entendía porque tenía 41 poco tiempo antes. Le pregunte a qué hora había sucedido eso, me dijo que no
sabía la hora, pero desde la ventana vio el brillo del sol que salía. Después de contarle lo que me había sucedido en la casa, nos tomamos de las manos y agradecimos a Dios por la experiencia que nos llevó a vivir, no fue fácil, pero fue maravilloso. El médico dijo
que que todo estaba listo para la operacion pero todo había cambiado y no sabía qué había
sucedido. Mi esposa estaba sana, no tenía nada, podía irse a casa.
Volviendo a Jacob, en la noche que luchó
contra el ángel del Señor, El le dijo, dejamos que llega el día, pero Jacob
se aferró a Él y le dijo: No te dejaré a menos que me bendigas. Y al ver los
primeros rayos del sol lo bendijo.
La fe viene por el oír, y oír la palabra de Dios. Romanos 10:17
A DIOS SEA LA GLORIA