Tenía 33 años, y Dios no estaba
en mis planes, lo evité por completo, Él no era parte de mí. Queríamos hacer un
nacimiento, era diciembre. Fui a las montañas, en el Junquito, con mis dos hijos, Paolo de cinco y Daniel de dos
años, para conseguir musgo. Dejé el auto en la carretera principal y entré en
una pequeña carretera secundaria, que resulto ciega y corta, muy húmeda y llena
de musgo. Mientras los tres recogíamos el musgo, salieron de la casa que estaba
al principio del camino, desde un hueco de la cerca, tres perros furiosos, dos
Doberman, y un pastor alemán. Inmediatamente me di cuenta de que estábamos en
su territorio, y no teníamos dónde escapar, si esto hubiera sido suficiente.
Estaba muy asustado, no por mí sino por los dos niños, no sabía qué hacer,
estaba devastado. Pero no tuve tiempo porque los perros amenazadores avanzaban.
De inmediato hice una estrategia, le di un trozo de madera a Paolo, el niño de
cinco años, le dije que tenía que defenderse como pudiera, luego puse al más
pequeño por encima del hombro, le dije que teníamos que quedarnos quietos y no
decir nada, para no enojar aún más a los perros. No tenía otra opción. Me sentí
completamente indefenso y a merced de la furia que mostraron. No creía en Dios,
pero en la profundidad de mí alma salió una oración silenciosa y sincera, solo
estas palabras estaban en mi corazón: Ayúdanos Señor, no lo haga para mí, sino
para mis hijos. Pero cuando los perros estaban a punto de saltar sobre
nosotros, el pequeño gritó: Bau, bau. Propio hizo lo que no quería, me asuste
más. Inmediatamente los perros se detuvieron, se dieron la vuelta y entraron
uno tras otro por donde habían salido, pero lo más impresionante fue que tenían
sus colas entre las piernas, estaban asustados.
No sabía qué había ocurrido, qué
orden habían recibido los perros para regresar de inmediato, y de esa forma. Que
habían visto que estaban tan asustados. Durante mucho tiempo, mi esposa y yo nos
hicimos estas preguntas y no tuvimos respuestas.
Pero después de la conversión, cuando
los cuatros nos encontramos con el Señor, supimos que El había estado siempre
cerca de nosotros, aunque no lo sabíamos.
Y sabemos que dos cosas pudieron
haber pasado. O que Dios puso dos ángeles poderosos a nuestros lados que le
asustaron, o que desde la voz débil de un niño de dos años Dios ordeno a los
perros de retirarse de inmediato.
EL NOS AMO PRIMERO.
A DIOS SEA LA GLORIA.