01/11/2018

Testimonio 1



Tenía 33 años, y Dios no estaba en mis planes, lo evité por completo, Él no era parte de mí. Queríamos hacer un nacimiento, era diciembre. Fui a las montañas, en el Junquito,  con mis dos hijos, Paolo de cinco y Daniel de dos años, para conseguir musgo. Dejé el auto en la carretera principal y entré en una pequeña carretera secundaria, que resulto ciega y corta, muy húmeda y llena de musgo. Mientras los tres recogíamos el musgo, salieron de la casa que estaba al principio del camino, desde un hueco de la cerca, tres perros furiosos, dos Doberman, y un pastor alemán. Inmediatamente me di cuenta de que estábamos en su territorio, y no teníamos dónde escapar, si esto hubiera sido suficiente. Estaba muy asustado, no por mí sino por los dos niños, no sabía qué hacer, estaba devastado. Pero no tuve tiempo porque los perros amenazadores avanzaban. De inmediato hice una estrategia, le di un trozo de madera a Paolo, el niño de cinco años, le dije que tenía que defenderse como pudiera, luego puse al más pequeño por encima del hombro, le dije que teníamos que quedarnos quietos y no decir nada, para no enojar aún más a los perros. No tenía otra opción. Me sentí completamente indefenso y a merced de la furia que mostraron. No creía en Dios, pero en la profundidad de mí alma salió una oración silenciosa y sincera, solo estas palabras estaban en mi corazón: Ayúdanos Señor, no lo haga para mí, sino para mis hijos. Pero cuando los perros estaban a punto de saltar sobre nosotros, el pequeño gritó: Bau, bau. Propio hizo lo que no quería, me asuste más. Inmediatamente los perros se detuvieron, se dieron la vuelta y entraron uno tras otro por donde habían salido, pero lo más impresionante fue que tenían sus colas entre las piernas, estaban asustados.
No sabía qué había ocurrido, qué orden habían recibido los perros para regresar de inmediato, y de esa forma. Que habían visto que estaban tan asustados. Durante mucho tiempo, mi esposa y yo nos hicimos estas preguntas y no tuvimos respuestas.
Pero después de la conversión, cuando los cuatros nos encontramos con el Señor, supimos que El había estado siempre cerca de nosotros, aunque no lo sabíamos.
Y sabemos que dos cosas pudieron haber pasado. O que Dios puso dos ángeles poderosos a nuestros lados que le asustaron, o que desde la voz débil de un niño de dos años Dios ordeno a los perros de retirarse de inmediato.
EL NOS AMO PRIMERO.
A DIOS SEA LA GLORIA.